viernes, 28 de marzo de 2008

Chañar

Geoffroea decorticans (Gill. ex Hook.&Arn.) Burkart.Chañar 
Sinónimos: Geoffroea decorticans (Gillies ex Hook.&Arn.) Burkart var. subtropicalis (Lillo) Burkart, Geoffroya spinosa (Molina) M. de Moussy, Gourliea chilensis Clos, Gourliea decorticans Gillies ex Hook.&Arn. var. subtropicalis Lillo, Gourliea spinosa (Molina) Skeels, Lucuma spinosa Molina, Gourliea decorticans Gillies ex Hook.&Arn., Gourliea decorticata Walp., Geoffroea subtropicalis (Lillo) Martínez Carretero.
El nombre genérico 'Geoffroea' rinde homenaje al botánico francés Claude Joseph Geoffroy (1685-1752); el epíteto 'decorticans' en referencia a la corteza del tronco que tiene la particularidad de desprenderse, descortezarse.
De tal particularidad también se deriva el vocablo 'chañar', que proviene de la raíz mapuche 'chaña', que significa 'desnudarse, el que se desnuda'.
Árbol (Perenne). Nativo.
Familia: Fabaceae.
Nombres: comunes: Chañar, Chañarcillo, Palo verde. Chical o chirical (mapuche). Lecenuk, Lersehanwk / Le-tsenékw (wichi). Tacai / Takai / Takaik (toba). Apehik (abipón). Green wood (inglés).
Distribución en Argentina: Provincias de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Río Negro, Salta, Sgo. del Estero, Santa Fe, San Juan, San Luis, Tucumán.
Países Limítrofes: Chile, Paraguay, Uruguay. 
Añejo ejemplar de Chañar de Avda. Hernandarias de Resistencia (Chaco, Argentina).

Martín Dobrizhoffer, un misionero jesuita que vivió largo tiempo entre los aborígenes del territorio chaqueño, relata: "La madera del árbol Chañar o Apehik, como lo llaman los abipones, es muy dura y amarillenta; su fruta se parece algo a la del mistol aunque es menos roja y dulce. En abipón se denomina Apehé. Ella se come y se bebe; algunos la secan y la guardan en casa."  (Dobrizhoffer, Martino: “Historia de Abiponibus, equestri bellicosaque Paraquariae natione”, 1784. Traducción de Edmundo Wernicke: “Historia de los Abipones”, Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, Departamento de Historia, Chaco, 1967).
Árbol de porte medio, follaje caduco, verde grisáceo. Una de sus características distintivas es el desprendimiento de la corteza al envejecer, dejando al descubierto la nueva que es verde y brillante. 
Es resistente a la sequía y se adapta a diferentes tipos de suelos.
Las flores amarillas dispuestas en racimos axilares, pequeñas y aromáticas, son muy buscadas por las abejas. Florece desde fines del invierno y principios de primavera y fructifica desde fines de primavera y comienzo del verano.
Se le atribuyen propiedades alimentarias, medicinales, melíferas, maderables, tintóreas y forrajeras.
Los brotes tiernos y frutos frescos, en forma de drupa globosa, son utilizados por la fauna silvestre y el ganado como alimento, favoreciendo de esta manera la dispersión de la especie.
Las culturas aborígenes aprovecharon las plantas y desarrollaron una estrecha y tradicional relación con los frutos de especies nativas como es el caso del chañar, con él se prepara arrope, un dulce conocido tradicionalmente en la medicina popular como espectorante; o una una bebida fermentada denominada aloja de chañar. 
"El chañar es un árbol alto que crece al borde de los ríos. Las mujeres adultas eran las encargadas de recolectar el fruto que cae del árbol durante los meses de octubre / noviembre. Los tobas y pilagás los comían hervidos y mezclados con grasa de pescado. En época de cosecha se lo puede comer crudo. Para preparar dulce tipo jalea se muelen los frutos y se los hierve a fuego lento, no se necesita azúcar pues es dulce. Para teñir se hierve la corteza, da un color marrón claro. La corteza hervida es expectorante y antiasmática. De su madera dura se fabrican palos para el juego del hockey aborigen o trompos. Su nombre toba es Takai". (Centro Cultural Leopoldo Marechal, Resistencia, Chaco).
En el “Informe de la Comisión Exploradora del Chaco” leemos: “El chañar es un árbol muy conocido en toda la república. Sus hojas son menudas y ovaladas, y en la primavera se cubre completamente de una florcita amarilla, que lo hace precioso a la vista; da una fruta colorada que se come, es muy dulce, y de ella se hace lo que llaman arrope. Su madera es dura, se emplea poco por haber otras mejores; sin embargo es excelente para ejes de carretas y cabos de hachas. La cáscara verde y lisa que cubre su tronco, se desprende de él fácilmente, arrollándose de la misma manera que los árboles de goma de la Australia." (Seelstrang Arturo: Informe de la Comisión Exploradora del Chaco, Primera Edición: Tipografía y litografía del "Courier de la Plata", Buenos Aires, 1878; 2a Edic. EUDEBA 1977).
Hierónymus describe algunas características de la especie: "Gourliea decorticans (Gill. ap. Hook., et Arn.). N. v. chañar; chañar-brea. Árbol  o arbusto de 5 a 7 metros de altura y 1/2 metro de diámetro mayor el tronco; se encuentra en toda la R. A. (República Argentina).
La fruta es comestible, dulce, de agradable sabor, y uno de los principales alimentos de los indios salvajes del Gran Chaco; se hace con ella una bebida fermentada (aloja de chañar), aguardiente, y se le atribuyr propiedades antiasmáticas. as hojas son consideradas como un magnífico emoliente y la infusión se usa contra el asma. La madera es fuerte y apreciada; se emplea para cabos de herramientas, como también para la construcción de ranchos, cercos, etc.; es un buen combustible.
La corteza del chañar es empleada como remedio en los flujos de sangre.". (Hieronymus, J.: Plantae diaphoricae florae Argentinae, Buenos Aires, 1882). 
Por su parte Miguel Lillo refiere: "Gourliea decorticans Gill. N. v.: Chañar, Chañarcillo. Hab.: Corrientes, Chaco, Santa Fe, Formosa, E. Ríos, Córdoba, Santiago, Catamarca, Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Pampa, Río Negro. Circunferencia: m. 1.10. Árbol muy conocido por su fruta comestible; abunda en casi toda la República; no viene muy grueso; madera blanca que se emplea mucho para yugos; liviana, da abundante resina colorada. Generalmente no vive aislado pero sí en manchones. En el Oeste y Sur del país generalmente no engruesa, vive más bien en forma de arbusto y es conocido con el nombre de "chañarcillo". En el Chaco la infusión de su corteza es considerada remedio contra la tos." (Lillo, Miguel: Contribución al Conocimiento de los Árboles de la Argentina según colecciones y observaciones de Santiago Venturi, 1910 y 1924, Biblioteca Digital del "Real Jardín Botánico).
Leyenda del Chañar 
(Por Ceresole de Espinaco, Zunilda, en “Santa Fe y sus Leyendas”. Ediciones Parque del Sur, 2006). 
"En medio de un monte del norte de la provincia de Santa Fe vivía una india muy viejecita; su rostro mostraba innumerable arrugas pero sus ojitos negros y vivaces parecían los de una muchacha. 
Hasta su rancho, que parecía una mota parda en medio del lugar montaraz, llegaban paisanos y paisanos para que la vieja india les curara las dolencias del cuerpo y del alma con hierbas y conjuros, convocara a la lluvia en épocas de sequía o bien les aconsejara sobre conflictos cotidianos.
Ella hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus palabras eran precisas y llenas de sabiduría.
Cierta vez unos gringos le llevaron a su pequeño hijo que ardía en fiebre; la mujer observó al niñito preparó prestamente un té con varias hierbas curativas y luego cucharita a cucharita se lo hizo beber, no permitiendo a la madre que lo hiciera ella. Al poco rato el niño empezó a mejorar y cuando abrió los ojitos, sonrió a la anciana que lo acunaba amorosamente.
El tiempo siguió avanzando con su paso perpetuo y aquel gringuito creció sano y fuerte.
Iba siempre a visitar a su salvadora porque ambos se profesaban un cariño muy especial. Ella le enseñaba entre muchas cosas a hacer velas con la grasa de la riñonada, el poder curativo de las plantas, como así también la época y la hora del día en que era conveniente cosecharlas; le contaba historias de su pueblo mocoví, inspirándole constantemente amor y respeto por la naturaleza.
El niño prefería estar con la india a jugar con los chicos de su edad; su admiración por la anciana se acrecentaba a medida que iba creciendo.
Un día la mujer enfermó, él permaneció constantemente en el rancho; nadie pudo sacarlo de al lado del catre de la enferma.
Presintiendo que la muerte alargaba su mano para llevársela, la mujer, con esfuerzo tomó un amuleto que llevaba colgado al cuello y sonriendo se lo entregó al muchachito para que su mágica protección lo amparara en la vida.
A los pocos instantes murió, llevando en sus retinas y en su cansado corazón la imagen adorada del rubio vástago de la raza que sometiera a su pueblo y a quien amó tanto como a los hijos que había perdido.
Su muerte convocó a la paisanada y fue muy sentida por los lugareños; conforme al deseo que siempre había expresado fue enterrada en pleno monte.
Al colocar sobre su tumba un gran ramo de flores de samohú, el muchachito rompió en un llanto inconsolable y al inclinarse cayó el amuleto que pareció iluminarse misteriosamente: el chico lo levantó amorosamente, intuía que lo sucedido era un mensaje de la muerta.
Entonces en forma sorpresiva brotó de la tierra un tallo con hojas y creció en forma maravillosa, dando nacimiento a un árbol de gran altura con ramas espinescentes y frutos globosos; era muy raro y nadie había visto nada semejante.
Este es el origen del chañar, nacido del cuerpo de la india que amó de tal manera a un niño blanco, que quiso volver de la muerte, en forma arbórea, para darle consuelo.
En su nueva existencia, ella siguió prodigando el bien ya que el chañar es realmente útil: proporciona madera de buena calidad, ofrece frutos comestibles con los que se prepara arrope y una especie de aloja, sus hojas y corteza son medicinales, embellece el paisaje con sus flores de corolas amariposadas de color amarillo-anaranjado y brinda montes de abrigo para el ganado."