Yatay (Butia yatay (Mart.) Becc.) / Yatay poñí (Butia paraguayensis)
Sin. Cocos yatay
Familia: Arecaceae (antes Palmaceae).
"Arecaceae: El nombre de la familia tiene su origen en en el género Areca L., y este a su vez viene de la palabra malaya "areec", que es el nombre vernáculo de esa palma en la región menciona." (González, J.: “Explicación Etimológica de las Plantas de la Selva”, Flora Digital de la Selva, Organización para Estudios Tropicales).
Origen: Uruguay y Argentina.
Nombres comunes: Palma yatay, Coco yatay, Jata'i.
Palmera
monoica de tronco cubierto por las bases de las hojas viejas, que son
alargadas y están dispuestas de manera ordenada alrededor de todo el
tronco. Puede alcanzar de 10 a 12 m de altura y un grosor de 50-60 cm
Hojas pinnadas de 1.5-2.5 m de longitud, muy arqueadas, con folíolos
rígidos insertos en el raquis en un mismo plano pero formando una “V”.
Son de color verde grisáceo. Peciolo con espinas en los márgenes y
fibras en la base. Inflorescencia de 1-1.3 m de longitud, naciendo de
las hojas inferiores. Flores amarillas y frutos oblongos y pulposos,
verde amarillentos al madurar, de hasta 5 cm de largo y 2 cm de diámetro. Los frutos son comestibles y con ellos se hace jalea y un licor. ("Palmeras en la ciudad de Resistencia", por José A. Grassia)Origen: Uruguay y Argentina.
Nombres comunes: Palma yatay, Coco yatay, Jata'i.
"Yatay poñí, palmera en peligro de extinción en Corrientes" (Diario Época, Ed. 10/08/2009, Noticia 194113, Corrientes)
"Su presencia retrocede frente el avance de la forestación. Sólo habita en estas dos provincias y restringida a los suelos más drenados del Norte. Es una planta con múltiples utilidades.
La poco conocida yatay poñí (Butia paraguayensis) retrocede frente a las modificaciones del ambiente en el que vive. Es una pequeña palmera muy parecida a la yatay, que se diferencia de ésta fácilmente por su tamaño. La yatay poñí florece y fructifica casi a nivel del suelo y rara vez supera los dos metros de altura.
Se la encuentra en suelos muy drenados que, de tan arenosos, generan condiciones de aridez pese a los más de 1500 mm de precipitaciones anuales. Comparte su hábitat con el espartillo, que es un pasto de ambientes semiáridos, muy frecuente en La Pampa, San Luis y Santiago del Estero.
El hecho de que su distribución original no era muy extensa (Sur de Misiones y Norte de Corrientes), el reemplazo del ambiente en el que habita por forestaciones la pone en una situación muy crítica. Por su pequeño tamaño, los lugares donde hay individuos de poca altura parecen campos llenos de cardos en vez de un verdadero palmar y esto permite que se elimine con simples labores mecánicas sin que siquiera se note la pérdida.
En las restringidas áreas donde se las ve es localmente abundante, con lo que muchos pobladores ignoran el valor que tienen esos palmarcitos para la conservación.
Para verla, basta con prestar atención en los alrededores de la ciudad de Ituzaingó, pero vale la pena cruzar desde allí a Reserva Provincial Isla de Apipé Grande, donde se protege un palmar bellísimo.
En la provincia de Misiones fue declarada Monumento Natural Provincial, lo que le da marco legal a la protección de las poquísimas palmeras que quedaron luego del fuerte reemplazo que sufrieron por la forestación. Esta iniciativa misionera del año 2004 podría ser emulada por los legisladores correntinos antes de que sea tarde.
Recordemos que el Estado nacional subvenciona con el reintegro del 100% de las inversiones hechas en forestación, lo que podría significar que los impuestos paguen la desaparición del paisaje del palmar de yatay, tanto de la grande como de la enana.
Alimento y planta de jardín
Pese a que las vacas comen sus órganos reproductivos antes de que maduren las semillas y a que se abusa del fuego para aprovechar el rebrote tierno del espartillo, la ganadería en estos yataypoñizales parece ser la mejor alternativa para su conservación y de hecho es la actividad que ocupa este ecosistema desde hace más de dos siglos.
La yatay poñí se adapta perfectamente a jardines soleados y no encharcables e incluso puede cultivarse en macetas. Se pueden sembrar sus semillas en suelo arenoso para multiplicarla.
En Argentina existen dos parques nacionales que protegen a la otra palmera yatay, la alta. Estos son Mburucuyá y el Palmar de Colón, pero ninguno contiene a esta subespecie enana. La protección en manos privadas en la estancia San Alonso o San Juan Poriahú en Iberá (donde constituye una atracción para el turismo) y en Apipé son insuficientes debido a las pequeñas extensiones que ocupan.
La yatay poñí aún puede tener futuro, depende de qué se haga para que así sea. Todavía se está a tiempo de evitar su desaparición bajo la sombra de extensos y ordenados pinares."
Martin Dobrizhoffer, un misionero jesuita que residió largo tiempo entre los aborígenes del territorio chaqueño, relata: "El Yatay, una especie de palmeras pequeñas, produce en sus copas fuera de los dátiles, un germen tierno que es blando cual manteca y de un color en parte de oro, en parte blanco. Se come crudo tal cual se recoge del árbol y todos lo encuentran agradable. Los papagayos visitan (diariamente) en bandadas estos árboles por sus nueces.” (Dobrizhoffer, Martino: “Historia de Abiponibus, equestri bellicosaque Paraquariae natione”, 1784. Traducción de Edmundo Wernicke: “Historia de los Abipones”, Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades, Departamento de Historia, Resistencia, Chaco 1967)
En el Informe de la Comisión Exploradora del Chaco, Arturo Seelstrang refiere: "El yatay se cría en terrenos secos y arenosos, la madera no es muy resistente y más bien es muscosa; se extrae de ella una savia, que destilada da un aguardiente muy desagradable por su olor, pero que sin embargo se consume bastante en Corrientes. Igualmente desabrida es la fruta que viene en racimos de pequeños cocos, pero se considera como superior engorde para el ganado vacuno y de la leche de las vacas que pastorean los montes de estos árboles se fabrican los mejores quesos de la provincia de Corrientes. Otro mérito que tiene este precioso árbol; su copa en forma de una cabeza esférica contiene una sustancia harinosa, de la cual se fabrica el almidón o fécula de yatay, que es muy alimenticia." (Seelstrang Arturo: "Informe de la Comisión Exploradora del Chaco", Primera Edición: Tipografía y litografía del "Courier de la Plata", Buenos Aires 1878; 2a Edic. EUDEBA 1977).
Por su parte, al describir la flora del Gran Chaco, Luis Jorge Fontana entre las palmeras del territorio chaqueño menciona la llamada yataity guazú: "..Después de estas especies, el Chaco cuenta en diversos puntos de su extensión algunas más, tales como la palma de cocos, totay de Mart., aunque no es tan abundante como en Corrientes, especialmente en los terrenos arenosos en que compone inmensas florestas, que se cubren de diversas clases de enredaderas, y del Ficus, cuyas semillas son depuestas por los pájaros en las hojas de esta palma, llamada en guaraní yataity guazú; sus pétalos son lanceolados y agudos. El tronco no es muy resistente; su parte central se come, como también sus cocos, que pueden dar un excelente aguardiente, y de sus hojas pueden fabricarse sombreros" (Luis Jorge Fontana: "El Gran Chaco", Ed. Solar, Hachette, Buenos Aires, 1977)
Refiere Lombardo: "Yatay (Syagrus yatay (Mart.) Glassm.: Cocos yatay Mart.: Butia yatay (Mart.) Glassm.). Esta especie, a la que rara vez se le da el nombre de "butiá", presenta tronco más robusto y más alto que Syagrus capitata; por lo demás posee casi las mismas características. Su mayor diferencia se presenta en los frutos que no son ampliamente ovoides, sino más alargados con su nuez también alargada; el perianto persistente cubre al fruto en poco más de su tercio..." (Lombardo, Atilio: "Las palmas de nuestra flora")
Los frutos de la "Palmeira jataí" son comestibles al natural, pero poco apreciados, y usados en la preparación de jugos y jaleas. Las hojas son usadas en la confeción de escobas y las plantas, por su valor ornamental son indicadas para trabajos de paisajismo. (Portal de San Francisco, Brasil)
JATA’Y - La leyenda, Ohai: David Galeano Olivera* "Me contaba una abuela kapiateña que antiguamente había en las proximidades de la actual Asunción, capital del Paraguay; una aldea Guarani cuyo Mburuvicha se llamaba Kapi’i’atâ, querido y respetado por los miembros de su comunidad. Allí vivieron siempre en armonía y la madre naturaleza les proveía de todo lo necesario para su subsistencia: enormes bosques, el agua limpia y cristalina, los peces, la miel, y todos los frutos de la tierra: maíz, mandioca, zapallo, banana, coco, guayaba, piña, yvapovô, yvapurû, pakuri, jakarati’a, etc. La vida comunitaria siempre estuvo marcada por la solidaridad y todos celebraban la vida agradeciendo diariamente a Ñande Ru y en su homenaje se reunían a la noche, en su templo, para rezar, danzar y cantar al ritmo de las sonajas de los hombres y el retumbar del sonido de las takuáras de las mujeres. Un día en una de las familias, nació una niña muy linda a la que dieron el nombre de Jata, que con el tiempo creció y se convirtió en una hermosísima mujer que fue pretendida por muchos hombres. Ella siempre vivió con sus padres y siempre anduvo sola. La fama de la belleza de Jata trascendió a otras comunidades de los alrededores. Sin embargo, pese a la insistencia de varios varones que intentaron desposarla, ella siempre encontraba alguna forma de deshacerse de todos aquellos pretendientes. Un día llegó a la aldea del Mburuvicha Kapi’i’atâ un guerrero de nombre Tekoñarô, decidido a conquistar el amor de Jata, aunque sea por la fuerza. Y fue así que una mañana mientras el pueblo se hallaba reunido en una asamblea, Tekoñarô se acercó hasta la choza de Jata, donde se encontraban sus ancianos padres, que ya no podían caminar. Tekoñarô, con voz violenta, les dijo: “Yo vine a su aldea para raptar a su hija, para convertirla en mi mujer”, a lo que el padre de la joven respondió: “Muchos, antes que tú, dijeron e intentaron lo mismo y no lo lograron, y no creo que tu seas las excepción. Además eres un hombre malo”. Las palabras del anciano enfurecieron al guerrero, quien sin mediar más palabras, mató al padre y a la madre de Jata. Terminada la asamblea, Jata regresó a su choza y encontró a sus padres muertos y parado a un costado vió a Tekoñarô. Este se acercó a Jata, envuelta en llantos, la tomó del brazó y le dijo: “Si no quieres morir como ellos, mejor entregate, ven conmigo y te haré mi mujer”. Ella le gritó: “¡Asesino!, jamás seré tu mujer” y salió a correr. Tekoñarô la siguió y le disparó una lanza que impactó y mató a la bella Jata. En eso llegaron al lugar el Mburuvicha Kapi’i’atâ y varios hombres, quienes dieron muerte a Tekoñarô. Al guerrero malo lo enterraron en un alejado lugar en el monte, en tanto que a Jata, la enterraron al costado de un hermoso arroyo. Tiempo después, nació y creció en el lugar de su tumba, una planta espinosa, parecida al cocotero, pero pequeña, a la cual llamaron Jata’y (hoy conocida como Jata’i), que recuerda a la hermosa mujer, que aun muerta, llena de espinas, jamás permitió hasta hoy que nadie se acercara a ella fácilmente. Hasta hoy existe en el Distrito de Kapi’atâ una compañía llamada Jataity (Jata’yty) que perpetúa el nombre de la joven Jata. La palabra Jata’yty quiere decir “el lugar donde abundan las plantas de Jata’y”. Con el tiempo esta planta creció en todo el Paraguay, y en la actualidad, es fácil encontrar varias ciudades, compañías y barrios, que se denominan Jataity." (Dedicado a Teresa Méndez-Faith - Ahechakuaávo Teresa Méndez-Faith-pe)
JATA’Y - La leyenda, Ohai: David Galeano Olivera* "Me contaba una abuela kapiateña que antiguamente había en las proximidades de la actual Asunción, capital del Paraguay; una aldea Guarani cuyo Mburuvicha se llamaba Kapi’i’atâ, querido y respetado por los miembros de su comunidad. Allí vivieron siempre en armonía y la madre naturaleza les proveía de todo lo necesario para su subsistencia: enormes bosques, el agua limpia y cristalina, los peces, la miel, y todos los frutos de la tierra: maíz, mandioca, zapallo, banana, coco, guayaba, piña, yvapovô, yvapurû, pakuri, jakarati’a, etc. La vida comunitaria siempre estuvo marcada por la solidaridad y todos celebraban la vida agradeciendo diariamente a Ñande Ru y en su homenaje se reunían a la noche, en su templo, para rezar, danzar y cantar al ritmo de las sonajas de los hombres y el retumbar del sonido de las takuáras de las mujeres. Un día en una de las familias, nació una niña muy linda a la que dieron el nombre de Jata, que con el tiempo creció y se convirtió en una hermosísima mujer que fue pretendida por muchos hombres. Ella siempre vivió con sus padres y siempre anduvo sola. La fama de la belleza de Jata trascendió a otras comunidades de los alrededores. Sin embargo, pese a la insistencia de varios varones que intentaron desposarla, ella siempre encontraba alguna forma de deshacerse de todos aquellos pretendientes. Un día llegó a la aldea del Mburuvicha Kapi’i’atâ un guerrero de nombre Tekoñarô, decidido a conquistar el amor de Jata, aunque sea por la fuerza. Y fue así que una mañana mientras el pueblo se hallaba reunido en una asamblea, Tekoñarô se acercó hasta la choza de Jata, donde se encontraban sus ancianos padres, que ya no podían caminar. Tekoñarô, con voz violenta, les dijo: “Yo vine a su aldea para raptar a su hija, para convertirla en mi mujer”, a lo que el padre de la joven respondió: “Muchos, antes que tú, dijeron e intentaron lo mismo y no lo lograron, y no creo que tu seas las excepción. Además eres un hombre malo”. Las palabras del anciano enfurecieron al guerrero, quien sin mediar más palabras, mató al padre y a la madre de Jata. Terminada la asamblea, Jata regresó a su choza y encontró a sus padres muertos y parado a un costado vió a Tekoñarô. Este se acercó a Jata, envuelta en llantos, la tomó del brazó y le dijo: “Si no quieres morir como ellos, mejor entregate, ven conmigo y te haré mi mujer”. Ella le gritó: “¡Asesino!, jamás seré tu mujer” y salió a correr. Tekoñarô la siguió y le disparó una lanza que impactó y mató a la bella Jata. En eso llegaron al lugar el Mburuvicha Kapi’i’atâ y varios hombres, quienes dieron muerte a Tekoñarô. Al guerrero malo lo enterraron en un alejado lugar en el monte, en tanto que a Jata, la enterraron al costado de un hermoso arroyo. Tiempo después, nació y creció en el lugar de su tumba, una planta espinosa, parecida al cocotero, pero pequeña, a la cual llamaron Jata’y (hoy conocida como Jata’i), que recuerda a la hermosa mujer, que aun muerta, llena de espinas, jamás permitió hasta hoy que nadie se acercara a ella fácilmente. Hasta hoy existe en el Distrito de Kapi’atâ una compañía llamada Jataity (Jata’yty) que perpetúa el nombre de la joven Jata. La palabra Jata’yty quiere decir “el lugar donde abundan las plantas de Jata’y”. Con el tiempo esta planta creció en todo el Paraguay, y en la actualidad, es fácil encontrar varias ciudades, compañías y barrios, que se denominan Jataity." (Dedicado a Teresa Méndez-Faith - Ahechakuaávo Teresa Méndez-Faith-pe)
*David Abdón Galeano Olivera (nació el 18 de febrero de 1961 en Asunción) es lingüista, antropólogo, filólogo, educador, y presidente del Ateneo de Lengua y Cultura Guaraní de la República del Paraguay.
"El Palmar" es una de las nuevas monedas de una serie de cinco (valor $ 1) que el Banco Central de la República Argentina emitió en conmemoración al Bicentenario de la Revolución de Mayo,
tomando
como motivo distintas regiones geográficas de nuestro país. En el
reverso, que será el mismo en las cinco piezas, se unen una figura del
sol naciente y la evocación al Bicentenario mediante la inscripción de los años "1810-2010", junto a la frase "En unión y libertad".
El Palmar de Colón en la provincia de Entre Ríos en alusión al Parque Nacional de ese nombre, creado en 1965 para preservar fundamentalmente los bosques de palmera yatay (Butia yatay), una especie autóctona y emblemática de la zona. El parque cuenta con 8.500 hectáreas ubicadas sobre el margen occidental del río Uruguay.
Entre las palmeras que podemos encontrar en las calles, parques y plazas de nuestra ciudad figuran además: Areca (Dypsis lutescens); Caranday (Copernicia alba); Fénix / Palmera canaria (Phoenix canariensis); Fénix enana / Palmera de Roebelen (Phoenix roebelenii O’ Brien); Mbocayá / Mbokaja (Acrocomia aculeata); Palmera Alejandra (Archontophoenix alexandra); Palmera cola de pescado (Caryota urens); Palmera real (Roystonea regia (Kunth) O. F. Cook); Pindó (Syagrus romanzoffiana (Cham.) Glassman); Rapis / Palmera bambú (Raphis excelsa); Washingtonia (Washingtonia robusta y Washingtonia filifera).
Entre las palmeras que podemos encontrar en las calles, parques y plazas de nuestra ciudad figuran además: Areca (Dypsis lutescens); Caranday (Copernicia alba); Fénix / Palmera canaria (Phoenix canariensis); Fénix enana / Palmera de Roebelen (Phoenix roebelenii O’ Brien); Mbocayá / Mbokaja (Acrocomia aculeata); Palmera Alejandra (Archontophoenix alexandra); Palmera cola de pescado (Caryota urens); Palmera real (Roystonea regia (Kunth) O. F. Cook); Pindó (Syagrus romanzoffiana (Cham.) Glassman); Rapis / Palmera bambú (Raphis excelsa); Washingtonia (Washingtonia robusta y Washingtonia filifera).
Vínculos
Butiá, Portal de San Francisco
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